Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios, y todo el que ama al padre ama también a sus hijos. Así, cuando amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, sabemos que amamos a los hijos de Dios. En esto consiste el amor a Dios: en que obedezcamos sus mandamientos. Y estos no son difíciles de cumplir, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe.
1 Juan 5:1-4 NVI
Este ha sido un año difícil. Vamos, hay que admitirlo, no es como si pudiéramos decir que hemos visto las oportunidades a la vuelta de la esquina, lo cierto del asunto es que el panorama mundial es cada vez más caótico, y por extensión, el personal se vuelve un tanto engorroso. Durante éstas últimas semanas me he preguntado varias cosas... ¿Cuándo terminará todo esté caos? ¿Será realmente éste el fin del mundo? ¿Comenzarán a ponernos el sello en la frente y en la mano? ¿Ya pasó el arrebatamiento?, y la más importante, ¿estaré realmente haciendo lo correcto a los ojos de Dios?
Y es entonces cuando me consigo con palabras como ésta ubicada en 1 de Juan, dónde una vez más siento que Cristo simplifica mi estilo de vida, donde la preeminencia del amor se hace cada vez más necesaria en un mundo que a diario se vuelve más nefasto e insensible. Comienzan a importarnos asuntos que son irrelevantes, que poco a poco dan pie al odio, que cumplen esa premisa de "matar, hurtar y destruir". Pero en este pasaje Dios nos habla a través del escritor recalcando que nuestra mayor responsabilidad es cumplir sus mandamientos y más allá de esto amar a cada uno de sus hijos.
Entonces...
¿Los pecadores son hijos de Dios?
Por supuesto que sí, ¿no fue precisamente por ellos que vino Cristo al mundo? ¿No somos nosotros precisamente pecadores que han sido cubiertos con la sangre de Cristo? ¿No estábamos muertos en delitos y pecados pero hemos nacido de nuevo en Jesús? Y si esto es así.... ¿por qué nos resulta tan difícil accionar en el amor de Dios? ¿Dónde se queda nuestro evangelio cuando en vez de hablar de Cristo para que un pecador se convierta nos hacemos los jueces de sus pecados?
Juan nos insta en el versículo 16 de este pasaje que si observamos a nuestros hermanos pecar que oremos por ellos, claro, está oración también requiere una acción, necesitamos declarar y profetizar liberación para aquellos que no pueden dejar atrás el pecado, aún nosotros mismos debemos guardarnos de limpiar cada área y ni aún así seríamos limpios del todo, sino fuera por Cristo, todos nosotros estaríamos más que muertos.
Ahora bien, ¿demostrar el amor de Dios nos lleva a aceptar y permitir que el pecado visite nuestras moradas? No, bien lo dice este gran libro que tenemos como guía que Dios ama al pecador, pero aborrece el pecado, ¿Y entonces? Debemos ser la diferencia cada día, el amor de Jesús era tan dinámico y magnánimo que llevaba a las personas al arrepentimiento, cada persona que conocía a Jesús deseaba cambiar para seguirlo, anhelaba obtener la paz y felicidad de la que él hablaba, esa que hoy en día disfrutamos. Así que nuestra mayor responsabilidad es ser esa acción transformadora de amor que permita ver la luz y la vida que hay en nosotros.
Dios les bendiga grandemente y que tengan un feliz día.